Uno de los felices accidentes... fruto de una hora de comer, sin apetencia.
... donde te sientes, más que en Beirut... |
Camino rumbo al restaurante del mes (uno de comida libanesa
donde te sientes, más que en Beirut, en la fondita de siempre) en donde me di
cita con un antiguo colega de la Preparatoria. Por aquellos días mi estimado
G., era una locomotora en pleno
funcionamiento: era el más mujeriego –moveriego,
ya que se daba a todo lo que se moviera, salvo una excepción-, el borracho con
el hígado de oro, el más alburero de todos… pero también, el más brillante, el
señor Deber: para efectos prácticos, G. era el cuate de todos, el padrino de
toda una generación de escuincles
concebidos en la noche de la graduación... y mi amor imposible.
G, al igual que el resto de nosotros, fue a la Universidad y
tuvo que irse a trabajar: había escogido la peor de las carreras, pero se
encontró con el mejor de los trabajos posibles. G, un historiador irredento,
tuvo cabida en un ministerio gubernamental. De repente, todas sus necesidades
se vieron satisfechas de la noche a la mañana, sus aspiraciones de ser alguien
importante fueron pronto rebasadas… Era, a grandes rasgos, la consolidación de
todos sus sueños.
Y eso estaba bien.
¿Estaba bien?
Voy caminando en una concurrida calle del Centro Histórico:
la gente me taclea y me lleva de arrastre –ya ven ustedes, la maldición de ser
un pony de mujer. Cuando puedo superar la inercia de la masa –ja ja, la masa,
esa linda tontería- regano un poco del trayecto perdido y llego a una calle
peatonal, famosa por los numerosos restaurantes y bares.
Recuerdo a la perfección mis días de la prepa: nunca fui muy
brillante, ni tampoco guapa. Era, más bien, una de del montón –una pinche
fulana, como decía la fresa de Julieta. Mi cara, mi destino: bonito consuelo
era escuchar “Labios Jaguar”, y me imaginaba que iban a botar a todas las
francesas del mundo para elegir a alguien como de mi tipo… Ya luego venía la
realidad: esa ojetada del crimen de apariencia, “pinche oaxaca”, y no estaban
haciendo referencia al estado del sur, imagina el trauma.
G. era mi cuate, mi amor imposible: yo era, para G. algo así
como la amiga con la que se quedaba a dormir cuando la farra no lo dejaba
arrastrarse a su casa, la inofensiva. De todas esas noches en mi sala, de las
innumerables charlas, nunca pasamos del beso en la mejilla…
Salí de la prepa, sin pena ni gloria… hice una carrera, de
contadora: me salí, regresé, trabajé, trabajo, trabajaré.
Buena vida, pacífica vida.
Llego al Al-Hisanum con un retraso de 15 minutos en el
reloj. De repente, en el fondo del lugar, veo a un tipo con el cabello en
retirada, medio panzón, pero con esa mirada de siempre, la mirada pícara. ¡Qué
pateado estás, carnal! Ya ves… ¿Hace cuánto que no nos vemos? Hará diez o doce
años… ¡Qué de tiempo! ¡Qué de tiempo!
Me acuerdo bien de las discrepancias sobre la vida: de
entrada, él era el agraciado, y yo la “ídolo maya”. Por lo tanto, teníamos
maneras de ver la vida que nunca coincidían. Esta tarde, por puro milagro del
humus y de las Modelo, éramos un reloj suizo: pura sincronía y comprensión del
uno hacia el otro, ¡qué padre que te agarren la onda a la primera! Aquí, las
explicaciones no valían, todo era claro.
Creo que el matrimonio no es necesario… Yo tampoco, probé
una vez y ya quedé bastante hasta el gorro con eso… a veces, es bueno regresar y
darse cuenta de lo que uno perdió… de acuerdo, de acuerdo.
Entre el café y el dulce de ajonjolí, me suelta el “llevo
muchos años pensando que bien merecíamos una oportunidad”… ¡Tantos y tantos
años pensando en eso y ahora se me cumplirá!... Habrá que sopesar las
consecuencias del acto, pensar en el futuro, en nosotros… en…
Un momento, ¿dónde me dijiste que trabajas?... En el
Ministerio de Hacienda… ¡No mames!
Siento mucho esto pero… es que yo soy contadora y tú un
dolor de culo.
Pago la cuenta, MI cuenta ¿Quién se cree? ¡Que lo mantenga
el gobierno!... Es extraño ver cómo las
circunstancias nos separan siempre… siempre te querré, no lo olvides
chaparrita… Ya me voy, tengo cosas por arreglar.
Salgo del lugar, pienso en esa película de “Durmiendo con el
enemigo”, me voy, hace frío.
Si tan sólo la gente hablara claro…
Me caga, pinche Godínez.